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viernes, 15 de enero de 2010

Una profesión en extinción

Por: JunquitoSite


Al celebrarse el día del maestro la realidad nos permite reflexionar sobre el sistema educativo y la situación socioeconómica de los docentes. Mucho se ha dicho que todos desean un buen educador para sus hijos, pero nadie quiere que ese hijo sea buen educador por ser quizás una Profesión ingrata, menospreciada y hasta mal pagada.

Después de cinco años de formación y preparación universitaria el docente de bachillerato llega al aula de clase, donde se encuentra con una realidad diferente a la aprendida. Pero tranquilos que la práctica hace al maestro… Comienza por entender que todos saben mejor que él cómo hacer el trabajo: el panadero, el buhonero, el ruletero, padres todos en general le dicen que lo importante es que los muchachos aprueben el año, eso garantiza que no existan denuncias en las defensorías y buenas estadísticas de gestión para los colegas directivos. Pero, ¿Quién le dice a un medico como atender a un paciente? ¿Quién le dice a un ingeniero como desarrollar un obra? Sin embargo a los docentes no solo todos le indican cómo hacer el trabajo, sino que todos lo evalúan, quizás es a eso que algunos llaman contraloría social, a tal punto que hasta la deontología se ha perdido, ya que ni se cumple el dicho: “entre bomberos no se pisan la manguera”.

No es casualidad sino causalidad que en la UPEL solo se gradúe un profesional en Matemática o en Física, y que en la UCAB no se haya preinscrito para este año en la licenciatura de Educación, según datos de la Fundación Arturo Uslar Pietri.

¿En Venezuela quién quiere ser docente? Si las políticas gubernamentales apuntan a una discriminación de la profesión, al mantener un ambiente de trabajo inadecuado, con condiciones precarias en las infraestructuras de los planteles, donde falta desde el papel hasta los marcadores para la pizarras, sin describir que estos profesionales surgen de familias humildes, que buscan superarse dignamente valorando la educación como medio, que cree fielmente en la meritocracia y que los esfuerzos deben ser recompensados. Sin embargo los salarios de estos académicos desde hacen muchos años están ampliamente devaluados, no alcanzan ni para la cesta básica, en cambio para compensarlo debe trabajar en varios colegios, entre públicos y privados para mantener la calidad de vida y el pago de los servicios, pero ni soñar con una casa propia o un carro nuevo, porque el sueldo no da para eso.

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