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Pendiente
de lo que pasa
en El Junquito

domingo, 7 de junio de 2009

¿Por qué pasa lo que pasa?


Por: Macky Arenas

Ante los últimos sucesos, atropellados y de factura cantinflérica, mucha gente pensará que, si de constatar el delito ecológico se trata, basta con recorrer nuestra deteriorada geografía para constatar la negligencia y desidia del gobierno, que nos tiene viviendo en la inmundicia y respirando contaminación las 24 horas del día.


Mucha gente indaga sobre la oligarquía que reina en Miraflores, nadando en billete, gastando a manos llenas y sin control, regalando a todo el que no es venezolano lo que es de los venezolanos. Rara y ajena revolución.


Mucha gente intenta adivinar por qué se la dedican a Globovisión, cuando el oficialismo se adueñó del 75% del espectro radioeléctrico, mientras que ese canal mantiene una señal abierta limitada.


La respuesta es muy sencilla: hacen televisión como gobiernan. Manejan los medios como si fuera una tropa. Lo que diga el jefe, cuando lo diga y como lo quiera. Fórmula fatal que ha conseguido que el Estado pierda esos reales. Simplemente no los ven, no los oyen, no los leen. Esos medios no podrán jamás evitar que la gente se coma los cuentos que el gobierno sirve. Esos medios no recogerán la denuncia.


Esos medios no venden el discurso oficial, ni en cadena perpetua. Las cadenas son precisamente para eso, para obligar al ciudadano a escuchar al Presidente. Pero la gente apaga, o se pasa al cable. Quitan el cable…entonces jugarán dominó, harán el amor, oirán música, verán películas en el DVD o tumbarán al gobierno. Pero, a menos que usted sea periodista especializado, a ese señor no hay quien se lo dispare!


Si los maltrechos medios oficialistas no están en condiciones de garantizar al Presidente el más mínimo rating, mucho menos serán capaces de aplacar la ira popular en caso de que a esa señora se le ocurra desatarse. Esos medios no podrán, en momentos álgidos como los que hemos vivido y los que están por venir, canalizar ni catalizar absolutamente nada. Es prudente advertirlo por aquél consejo sabio de Vallenilla a Pérez Jiménez: “El pescuezo no retoña!”. Luego no digan que no lo recordamos a tiempo. Haciendo a un lado la modestia, vamos invictos en eso de alertas tempranas.



Luego del platanazo con Vargas Llosa, del desplante de Funes, del descuadre argentino, de la desobediencia civil de los militares subalternos, de la repentina sordera del TSJ, de la creciente insignificancia de sus aliados y de la inútil arremetida contra gente de bien en este país y de las encuestas ingratas, el gobierno está débil, desguarnecido, notoriamente desacreditado. Peligrosamente frágil para lo que le viene. Nervioso y trastabillante. Muy vociferante para la sustancia que trae. Está alardeando de un poder del cual carece. Como Hitler, apenas a semanas de encuevarse. Se apoya en fuerzas oscuras, pero esas son de las que abandonan al primer traspié.

Todo lo que hace parece indicado por su peor enemigo. Por eso pasan las cosas que pasan.

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