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miércoles, 3 de junio de 2009

Ante el totalitarismo: Mañana es tarde



Por: Oscar Arnal
A partir de la época en que en la OEA solo estuvieron representados gobiernos democráticos y especialmente después de aprobada la Carta Democrática Interamericana, a nadie se le hubiera ocurrido pensar, que algunos países pudieran solicitar la reincorporación de Cuba al seno de la misma. Y menos aún que exista un ánimo tan favorable para acoger a Cuba en cualquier sentido y prácticamente sin condición alguna.
La influencia del Sr. Chávez ha sido tan poderosa, que es el principal responsable de que en nuestros países se haya volteado la tortilla, con relación a Cuba. El sistema autocrático y comunista adoptado por Castro en Cuba fue la antítesis de las democracias que se instalaron en las últimas décadas en América. Inclusive el gobierno cubano, financió la subversión en la región, a tal punto que hasta llegó a promover una invasión contra Venezuela, frustrada gracias a que se enfrentó con éxito. Esta fue la razón por la cual finalmente salió Cuba de la OEA.

Hoy cuando observamos este ánimo tan favorable a Cuba, probamos una involución en nuestras democracias. A esto se agrega el que se esté acabando con la alternabilidad republicana como si nada, al fomentarse las reelecciones indefinidas, al señalarse a la prensa libre como uno de los principales enemigos, al no querer acatarse la división de poderes y al querer estatizarse todo aquello que no se subordine a la intención del gobernante. Lo cierto, es que se quiere ir mucho más allá. La meta es acercarse lo más posible a un modelo similar al cubano. Donde no hay propiedad privada porque el jefe del gobierno decide como quiere, y es una especie de dueño de todo, al que todos temen, por concentrar poderes ilimitados. La sed de poder de estos mandatarios no tiene límites. No respetan nada y quieren gobernar de por vida. Al acabar con los sectores privados en sus países, los arruinaran, pero no tendrán contrapoderes políticos. De la misma manera, mantienen contra la pared a los medios de comunicación social, mientras en los públicos sostienen una corriente ideologizadora permanente y desfigurante, de todo aquello que se les opone.

El socialismo del siglo XXI, no es más que un nuevo totalitarismo, limitado porque a diferencia de otras épocas los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías permiten transmitir en segundos cualquier información y porque sin duda el avance y progresividad en materia de Derechos Humanos y su defensa es universal.

Uno no sabe si esto pudo haberse evitado o si era necesario, como antítesis ante los abusos, ante la insensibilidad social, ante la ausencia de un verdadero consenso entre las élites políticas y económicas, ante una sociedad que por décadas se puso al margen de los intereses colectivos. Lo dramático, es que todavía no observamos como respuesta ni siquiera una verdadera unidad alternativa. Los países progresan cuando sus dirigentes, con conciencia dejan su propio interés para apuntalar sobretodo el bien común. Cada día los que gobiernan toman más poder, se apropian de más cosas y destruyen a quienes se les oponen. Modifican leyes y las interpretan de acuerdo con su meta de permanencia indefinida. Encarcelan a sus opositores. Van logrando que la apatía y el acomodo se apoderen de la población. Usan cualquier medio. O hay una respuesta inmediata o mañana será tarde…

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