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viernes, 7 de noviembre de 2008

El discreto encanto del ultraizquierdismo

Tal Cual - Simón Boccanegra

Vi a la sapita Eva Golinger en el 8. De entrada no la reconocí porque está gordísima. Se ve que la “revolución” le sienta bien. Pero sigue igual de tonta. Su juicio sobre la victoria de Obama es más o menos que se trata de una conspiración de los amos del imperio para lavarle la cara a los Estados Unidos después de la desastrosa y fatal gestión de Bush.

Según ella, se buscaron un negro culto, elocuente, carismático pero que nunca tuvo que ver con el Black Power ni con otros extremistas, lo rodearon de los mejores expertos electorales del país, le dieron una boloña de plata y lo hicieron Presidente.

La verdad es que no vale la pena ocuparse de Eva o de gente como un calvito que también oí en el 8, politólogo o algo así, que nos ilustraba sobre la “esencia” del imperio y por qué Obama es expresión de ella. El ultraizquierdismo es así, no hay nada que hacer. Pero el caso es que he oído a alguna gente que pasa por seria, expresar una idea semejante. Seguramente nunca creyeron que Obama ganaría y ahora están desconcertados. Entonces hay que explicar la cosa mediante la teoría conspirativa de la historia. Según ésta, Obama no podía ganar sino como producto de un truco del imperio. Tal vez tienen la idea absurda de que Obama tendría que hacer una revolución en Estados Unidos y puesto que no la va a hacer, será un fraude.

Entendámonos. Obama no es un revolucionario y nunca simuló serlo. Será el Presidente de un gran poder imperial. Estados Unidos seguirá siendo lo que es. Lo que ocurre es que el “Emperador” es ahora un tipo que luce una inteligencia, una cultura, una formación y una sensibilidad de las cuales cabe esperar una conducta mucho más sofisticada y con mayor comprensión del mundo y sus complejidades que las de un ignaro como Bush y su pandilla de trogloditas neoconservadores. Eso será bueno para su país y para el planeta.

Sin hablar de lo que ya dijimos en un editorial (”Yes, we can!”) sobre la significación, para la sociedad gringa, de la victoria de Obama, la cual, por mera fuerza de gravedad, tendrá también reverberación más allá de su país. Pero para entender mejor estas cosas, remito al lector a la última página de la edición de hoy y lean el excelente artículo de Paula Vásquez.

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