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domingo, 7 de agosto de 2011

Invasores de El Junquito traicionados por el “proceso”



Por: Jesús Torrealba
“Para desalojarnos sí trajeron miles de policías y guardias nacionales (...) como si nosotros fuésemos criminales”, le aseguró Luz Celeste Ruiz al “Radar de los barrios”, una de las habitantes del sector

El área ubicada entre el kilómetro 0 y el Km. 4 de la carretera La Yaguara-El Junquito era (en su margen derecha, al subir desde Caracas) montaña virgen. La vista lo agradecía, ya que la parte izquierda estaba ya colonizada por “chiveras” (venta de repuestos automotrices usados), entre otros establecimientos.
Votos por impunidad


Pero el verdor de la montaña se extinguió hace seis años. A partir de entonces comenzó la ocupación irregular de ese espacio, que empezó a llenarse de viviendas de cartón, madera y lata, con la infaltable “decoración” de banderas rojas. Obviamente, tal ocupación era ilegal. La ciudad estaba en presencia de lo que técnicamente se llama “invasión”. Corría el año 2005. Era tiempo de elecciones para escoger una nueva Asamblea Nacional e inmediatamente, en el 2006, habría nada más y nada menos que elecciones presidenciales. En consecuencia, en vez de cumplir y hacer cumplir la Ley impidiendo la invasión de aquella inmensa montaña, la “autoridad” municipal se hizo de la vista gorda. Votos a cambio de impunidad. Los ranchos se quedaron. Las banderas rojas, también. Con el tiempo, el poder no solo toleró la invasión sino que la apoyó activamente, haciendo posible el tendido eléctrico e instalando contenedores de basura. Los ranchos de lata, cartón y madera se transformaron en casas de bloque, incluso de varios pisos. Lo que sí no se puede improvisar es un acueducto y una red de cloacas, por lo que las aguas servidas de la montaña invadida caían todas sobre la carretera, generando la erosión de la misma y provocando crónicamente colas inmensas, para desesperación de todos los habitantes de la parroquia El Junquito, que tienen esa vía como acceso fundamental. Los kioscos a la orilla de la carretera entre los kilómetros 0 y 4, única opción ante el desempleo, se volvieron comercios cada vez más amplios. Hasta que alguien encontró un “negocio” más grande todavía…

De la alcahuetería a la represión

En efecto, el mismo poder que toleró la invasión y luego la apoyó, repentinamente cambió de opinión. Surgió de la nada un supuesto “proyecto” para ampliar la vía 25 metros, lo que supone afectar parte del área invadida (y supone también, obviamente, un jugoso contrato para alguien…). Entre la humareda de los cauchos que la comunidad había quemado en plena vía pública, Diego Antolini, vecino del lugar, nos contó como el mismo poder que antes había sido obscenamente permisivo, ahora se tornó brutalmente represivo: “Llegaron con maquinarias, con Policía Nacional y Guardia Nacional, sin orden judicial alguna, sin fiscales del Ministerio Público, tumbando viviendas, tumbando negocios y golpeando gente”. Luz Celeste Ruiz denuncia la amarga paradoja: “Aquí matan siempre camioneteros y secuestran comerciantes y tu nunca vez a un policía y mucho menos a un guardia nacional. Pero para desalojarnos sí trajeron miles de policías y guardias nacionales, armados hasta los dientes con anti-motines, como si nosotros fuésemos criminales, como si esto fuera El Rodeo. Yo me cansé de hacer cola en las madrugadas para votar por mi Presidente Chávez, pero el ahora nos abandonó…”. Henry Zavala, dueño de una pequeña ferretería en el sector que vende bloques y otros materiales de construcción a sus vecinos, contó como los funcionarios de la Dirección de Control Urbano de la Alcaldía dirigida por Jorge Rodríguez le informaron que demolerían su establecimiento (que al mismo tiempo era su vivienda) porque “ponía en peligro a la comunidad”: “Yo les dije que no entendía, porque mi negocio queda lejos del área que sería afectada por la ampliación de la vía. Luego entendí que el supuesto peligro era porque yo vendía bloques a mis vecinos. Entonces les dije que cambiaría de ramo, y no vendería ni un bloque más. Igual me tumbaron todo. A mi esposa le trajeron tres efectivas femeninas que le cayeron a golpes y la sacaron arrastrada con un niño en los brazos”. Dominga Pérez nos refirió lo que le causó mas impresión e indignación: “Ellos estaban disfrutando lo que hacían: derrumbaban nuestras viviendas con una sonrisa en la cara…”

Los negocios tienen prisa… ¡y los ciudadanos, derechos!

En el Radar de los Barrios no tenemos ninguna duda: La invasión entre los kilómetros 0 y 4 de la Carretera La Yaguara-El Junquito tiene que ser intervenida por la autoridad. Esa montaña debe ser reforestada, y la vialidad debe ser recuperada integralmente, en beneficio de todos los habitantes de El Junquito, desde el kilómetro 5 hasta el mismo pueblo de El Junquito y más allá, hasta la zona agrícola. Pero esa intervención no puede ser “a sangre y fuego”. Quienes residen y tienen su actividad productiva entre el kilómetro 0 y el 4 de la carretera La Yaguara-El Junquito están allí porque el gobierno, y muy concretamente la “autoridad” municipal, toleró primero y apoyó después esa ocupación. Rescatar y habilitar ese espacio para la ciudad, actuando en el marco de los deberes, derechos y garantías establecidas en la Constitución, implica primero dialogar con esos vecinos (que por cierto están organizados en consejos comunales); en segundo lugar, se debe indemnizar el costo de las bienhechurías levantadas con permiso o connivencia del Estado, y en tercer lugar se debe dar reubicación cierta y consensuada a esos centenares de familias. ¿Qué eso es un proceso que podría tardar meses? Ciertamente ¿Qué el período de gobierno de Jorge Rodríguez en la Alcaldía del Municipio Libertador termina el año que viene? No hay mal que dure cien años ¿Qué el jugoso contrato para la ampliación de la vía es “urgente”? Tras seis años de desgobierno, ¿Cuál es la prisa?

Oportunismo ayer, violencia hoy, ingobernabilidad siempre

Los seis años de la invasión en los kilómetros 0 y 4 de la Carretera La Yaguara-El Junquito abarcan los tres últimos años de gestión del Alcalde Freddy Bernal y los tres primeros de la también única gestión de Jorge Rodríguez Jr.. Tocará con seguridad al nuevo alcalde, serio y demócrata, que el Municipio Libertador elegirá próximamente, investigar todas las irregularidades presentes en este caso, y muchas cosas saldrán a la luz. Pero mientras tanto, queda en pie la lección: La alcahuetería electorera de ayer y la represión crematística de hoy tienen un mismo efecto, la ingobernabilidad. Y esta ciudad lo que necesita es gobierno, un gobierno serio, eficiente y honesto, que respete a todos los ciudadanos y que no halague a los pobres a la hora de pedirle el voto para reprimirlos luego, cuando “interfieran” los “negocios”…

Las víctimas del alcalde Jorge Rodríguez

Luz Celeste Ruiz: “Para desalojarnos sí trajeron miles de policías y guardias nacionales, armados hasta los dientes con anti-motines, como si nosotros fuésemos criminales”

Henry Zavala es otra víctima del poder: Era dueño de una pequeña ferretería en el sector que vendía bloques a sus vecinos, y a pesar de que ofreció cambiar de ramo “igual me tumbaron todo”

* Diego Antolini: “Llegaron con maquinarias, con Policía Nacional y Guardia Nacional, sin orden judicial alguna, sin fiscales del Ministerio Público, tumbando viviendas, tumbando negocios y golpeando gente”

* Dominga Pérez refirió lo que le causó mas impresión e indignación: “Ellos estaban disfrutando lo que hacían: derrumbaban nuestras viviendas con una sonrisa en la cara…”

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