Por: Andrés Cañizalez
La historia de los roles del periodista se ha movido entre dos ejes: el de la objetividad y el de un periodismo para denunciar los abusos del poder
Ya en 1963 Cohen hablaba de dos tipos de periodistas, uno neutral y otro participante. Década y media después, varios autores estadounidenses ratificaban estos dos tipos. Existen el informador neutral es un espectador del acontecer que transmite lo que observa fielmente, por el contrario, el periodista participante juega un papel activo en la vigilancia del sistema social.
La objetividad sirvió de amalgama a un profesión naciente a inicios del siglo XX, y de esa manera se adoptaron unas reglas de trabajo comunes. La regla entonces es que el periodista informa sobre lo que sucede, sin interpretar ni indicar al lector lo que debe pensar. Así, la objetividad devino en mito del ejercicio periodístico.
En América Latina -Venezuela incluida-, debido a la marcada influencia estadounidense, se heredó tal concepción y se extendió de forma evidente como práctica profesional y especialmente como imaginario en torno al periodismo.
El paso de las décadas, con la complejidad que ha adquirido el mundo actual, y esencialmente teniendo ahora algo que no era problema en el pasado: la sobreabundancia de información, colocó en entredicho desde hace algunos años atrás, entre los profesionales del periodismo, la validez de tal objetividad.
La presentación objetiva de los hechos se considerará insuficiente en una sociedad llena de conflictos socio-políticos, frente a los cuales se debe tomar partido. El paso de la objetividad a la interpretación implicó una tarea novedosa: los comunicadores se plantearon como preocupación asegurarse que todos los grupos sociales e ideologías aparezcan reflejados en los medios.
Correlato de esto: ese informadorintérprete asume que debe mostrar los desequilibrios del poder.
Lo anterior, que tenía un impacto limitado en nuestros países al estar circunscrito a la prensa escrita, sufre una transformación por la expansión de los medios radioeléctricos.
De la mano de la televisión, la presentación de las informaciones ha adquirido espectacularidad, y a ello se une la propia importancia que tiene la información en la vida social contemporánea. Se consolida la figura del perro guardián, acuñada por la prensa estadounidense, que alcanzó su clímax con el caso Watergate con la renuncia de Nixon a la presidencia.
Ello nos remite a un poder mediático-periodístico vigilante de los desmanes del poder político, esto especialmente, y la propagación masiva de imágenes, llevó a los periodistas a la palestra del protagonismo.
El resultado más evidente ha sido la implicación política de los informadores, que hoy además de decirnos lo que ha sucedido ponen de forma constante en duda los motivos, métodos y la eficacia de las acciones políticas.
El rol protagónico que ejercen los periodistas en nuestras sociedades lleva a dos exigencias, para cumplir a cabalidad tales roles. Primeramente la profesionalización intensiva, que comprende por supuesto el paso por aulas universitarias, pero no sólo y exclusivamente portar un título -expedido por una casa superior de estudios- es sinónimo de una profesionalización intensiva.
Lo otro, es entender el papel que juegan dentro de las relaciones socio-políticas de la actualidad. Si entendemos el fin de la profesión como soporte para la construcción de una comunicación pública entre los distintos grupos sociales, entonces el periodista debe aceptar la responsabilidad de sus acciones en el campo profesional.
La tarea central del oficio periodístico consiste en contar lo que sucede en su entorno social. Se trata de un acto de devolución: lo sucedido en la sociedad es devuelto a ésta a través de la representación simbólica que son las narraciones periodísticas.
Esta tarea requiere de tres procesos:
1) Una concepción, explícita o no, de lo que es la sociedad en la que opera.
2) Una selección de lo que considera más relevante.
3) Utilización de métodos adecuados que le permitan conocer el acontecer social.
La capacidad de hacer visible a la sociedad es tal vez lo que mejor define hoy a los medios de comunicación, y a los periodistas como actores sociales.
¿Cuál es la razón principal del poder y de la influencia de los periodistas en nuestras sociedades densamente mediatizadas? Sin duda, los periodistas son narradores de la realidad, la moldean a partir de las representaciones que hacen de ella en sus relatos periodísticos.
El periodista recoge, selecciona, procesa y traduce en textos, imágenes o sonidos, y este producto final, dentro de un modelo social con alta densidad informacional, adquiere de inmediato una dimensión pública.
La narración periodística no se limita a un círculo profesional cerrado o un ámbito específico de irradiación. El relato periodístico persigue como fin su impacto público, se trata de incidir en la denominada esfera pública.
No estar conciente de ese papel, o asumir dicha responsabilidad sin el debido rigor profesional, son tal vez las dos carencias más significativas de los días que corren en el ejercicio periodístico, también en Venezuela.
La historia de los roles del periodista se ha movido entre dos ejes: el de la objetividad y el de un periodismo para denunciar los abusos del poder
Ya en 1963 Cohen hablaba de dos tipos de periodistas, uno neutral y otro participante. Década y media después, varios autores estadounidenses ratificaban estos dos tipos. Existen el informador neutral es un espectador del acontecer que transmite lo que observa fielmente, por el contrario, el periodista participante juega un papel activo en la vigilancia del sistema social.
La objetividad sirvió de amalgama a un profesión naciente a inicios del siglo XX, y de esa manera se adoptaron unas reglas de trabajo comunes. La regla entonces es que el periodista informa sobre lo que sucede, sin interpretar ni indicar al lector lo que debe pensar. Así, la objetividad devino en mito del ejercicio periodístico.
En América Latina -Venezuela incluida-, debido a la marcada influencia estadounidense, se heredó tal concepción y se extendió de forma evidente como práctica profesional y especialmente como imaginario en torno al periodismo.
El paso de las décadas, con la complejidad que ha adquirido el mundo actual, y esencialmente teniendo ahora algo que no era problema en el pasado: la sobreabundancia de información, colocó en entredicho desde hace algunos años atrás, entre los profesionales del periodismo, la validez de tal objetividad.
La presentación objetiva de los hechos se considerará insuficiente en una sociedad llena de conflictos socio-políticos, frente a los cuales se debe tomar partido. El paso de la objetividad a la interpretación implicó una tarea novedosa: los comunicadores se plantearon como preocupación asegurarse que todos los grupos sociales e ideologías aparezcan reflejados en los medios.
Correlato de esto: ese informadorintérprete asume que debe mostrar los desequilibrios del poder.
Lo anterior, que tenía un impacto limitado en nuestros países al estar circunscrito a la prensa escrita, sufre una transformación por la expansión de los medios radioeléctricos.
De la mano de la televisión, la presentación de las informaciones ha adquirido espectacularidad, y a ello se une la propia importancia que tiene la información en la vida social contemporánea. Se consolida la figura del perro guardián, acuñada por la prensa estadounidense, que alcanzó su clímax con el caso Watergate con la renuncia de Nixon a la presidencia.
Ello nos remite a un poder mediático-periodístico vigilante de los desmanes del poder político, esto especialmente, y la propagación masiva de imágenes, llevó a los periodistas a la palestra del protagonismo.
El resultado más evidente ha sido la implicación política de los informadores, que hoy además de decirnos lo que ha sucedido ponen de forma constante en duda los motivos, métodos y la eficacia de las acciones políticas.
El rol protagónico que ejercen los periodistas en nuestras sociedades lleva a dos exigencias, para cumplir a cabalidad tales roles. Primeramente la profesionalización intensiva, que comprende por supuesto el paso por aulas universitarias, pero no sólo y exclusivamente portar un título -expedido por una casa superior de estudios- es sinónimo de una profesionalización intensiva.
Lo otro, es entender el papel que juegan dentro de las relaciones socio-políticas de la actualidad. Si entendemos el fin de la profesión como soporte para la construcción de una comunicación pública entre los distintos grupos sociales, entonces el periodista debe aceptar la responsabilidad de sus acciones en el campo profesional.
La tarea central del oficio periodístico consiste en contar lo que sucede en su entorno social. Se trata de un acto de devolución: lo sucedido en la sociedad es devuelto a ésta a través de la representación simbólica que son las narraciones periodísticas.
Esta tarea requiere de tres procesos:
1) Una concepción, explícita o no, de lo que es la sociedad en la que opera.
2) Una selección de lo que considera más relevante.
3) Utilización de métodos adecuados que le permitan conocer el acontecer social.
La capacidad de hacer visible a la sociedad es tal vez lo que mejor define hoy a los medios de comunicación, y a los periodistas como actores sociales.
¿Cuál es la razón principal del poder y de la influencia de los periodistas en nuestras sociedades densamente mediatizadas? Sin duda, los periodistas son narradores de la realidad, la moldean a partir de las representaciones que hacen de ella en sus relatos periodísticos.
El periodista recoge, selecciona, procesa y traduce en textos, imágenes o sonidos, y este producto final, dentro de un modelo social con alta densidad informacional, adquiere de inmediato una dimensión pública.
La narración periodística no se limita a un círculo profesional cerrado o un ámbito específico de irradiación. El relato periodístico persigue como fin su impacto público, se trata de incidir en la denominada esfera pública.
No estar conciente de ese papel, o asumir dicha responsabilidad sin el debido rigor profesional, son tal vez las dos carencias más significativas de los días que corren en el ejercicio periodístico, también en Venezuela.
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