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sábado, 20 de junio de 2009

Olaso, justiciero de los derechos humanos


Por: Luis Ugalde

Pequeño de cuerpo y gigante de alma. Su aparente fragilidad se disipaba ante el atropello de los derechos humanos. Con la verdad y la ley en la mano, no temblaba ante los carceleros ni se mantenía distante de los encarcelados, sino que se convertía en esperanza de regeneración para ellos. Movía al Cardenal para actuar en defensa de las víctimas en el “Caracazo” y se enfrentaba al General cuando éste mentía desde su alto mando sobre los atropellos de los militares a los campesinos de Cararabo.



Olaso era maestro y formó escuela, mejor dicho escuelas, como profesor y decano en la facultad de Derecho de la Ucab, en la de la UCV, en la Parroquia Universitaria de la Central, con las clínicas jurídicas en los barrios y con el voluntariado universitario en las cárceles. Todo este movimiento lo institucionalizó en la Fiscalía de la República como Defensor de Derechos Humanos.



Para él no había colores políticos cuando se trataba de derechos humanos. Sin estar de acuerdo con el fracasado golpe militar de 1992, visitó -junto con otros representantes de la Iglesia- a sus protagonistas en la prisión San Carlos para defenderlos y les acompañó en el conflictivo traslado a Yare, cuando ellos temían que los iban matar en el camino. Por ello fue denunciado -mintiendo con fuentes de la DIM- de ser el correo de los militares presos. Respondió: “El tratar de vincularme ilegalmente a los comandantes presos en Yare y afirmar que en lugar de como fiscal actué como correo, forma parte de la guerra sucia que se teje contra la Iglesia”. “Si es para amedrentar a la Iglesia para que no siga hablando, se equivocan, porque seguiremos hablando, sobre todo a favor de los más pobres y necesitados, de los desposeídos, entre los que incluyo también a los presos, a los indígenas y a los militares de Yare”.



¡Que vergüenza y falta de memoria y de originalidad de nuestros “revolucionarios” en el ataque actual a la Iglesia! Entusiasmó a muchos jóvenes con su enseñanza y con su ejemplo: ni doctrina sin acción, ni acción sin principios jurídicos. Por ahí están actuando ejemplarmente cientos de sus mejores discípulos. En el admirable servicio jurídico de la Ucab, que se ramifica en catorce barrios y atiende unos 10 mil casos anuales, el cual lleva su nombre, y en el que perdura el padre Olaso, que murió hace doce años, el 11 de junio.



Su Introducción al Derecho con múltiples ediciones, actualizado y complementado por su discípulo y decano de Derecho de la Ucab, doctor Jesús María Casal, traduce en pedagogía y razonamiento jurídico la convicción de que más allá de las leyes positivas subyace el derecho fundamental a la dignidad humana que orienta e inspira las mejores creaciones jurídicas y que ninguna instancia, ni poder humano puede atropellar justificadamente.



Ahora la Iglesia en Venezuela tiene la misma tarea de defender a los pobres, velar por la dignidad de las personas, inspirar y alentar los diversos movimientos de derechos humanos, válidos para los gobiernistas y para los opositores; trabajar por la paz democrática y la unión fundamental de los venezolanos. No se puede aceptar la criminalización de la disidencia, ni la persecución judicial de los opositores al gobierno, mientras se protege a sus incondicionales seguidores. La historia da muchas vueltas y quienes hoy están en el poder mañana necesitarán la voz firme y libre de la Iglesia en defensa de sus vidas y dignidad. Requerirán de la solidaridad activa de los centros de derechos humanos con mujeres y hombres de conciencia y coraje. Los derechos humanos de todos y cada uno de los venezolanos están por encima de todo poder y dinero y tienen más fuerza que los tanques y las pistolas.



Al padre Olaso le daría vergüenza ver a sus defendidos de ayer siendo perseguidores hoy, incluso de aquellos compañeros, que ensalzaron como “héroes” cuando estaban con ellos, y tratan como criminales a los que disienten y los obligan a la cárcel, al silencio o al exilio. Se hubiera indignado al ver que la acción y principios -que inspiran su actuación y la de la Iglesia-, celebrados ayer, ahora sean tachados de golpistas y subversivos, y que la Constitución Bolivariana, “la mejor del mundo ayer”, hoy sea violada desde el poder y sustituida con una práctica donde el derecho es esclavo de su “revolución” e instrumento de persecución política.

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