Por: Aníbal Romero
Hugo Chávez y su régimen son con frecuencia calificados de “fascistas” por sus opositores. Chávez reivindica a Fidel, no a Hitler; a Marx, no a Nietzsche; a Mao, no a Mussolini; al Che Guevara, no a Pinochet. Sin embargo, no pocos entre sus críticos se empeñan en llamarle “fascista”. ¿A qué se debe esto?
Por razones históricas, ideológicas y políticas, Chávez y su régimen deben ser categorizados como comunistas, y no como fascistas. El fascismo fue, y aún podría ser, una degeneración del capitalismo sometido a una crisis aguda, y enfrentó a la clase media empobrecida contra el proletariado organizado. Fue la izquierda internacional, en Europa y EEUU, la que otorgó al calificativo “fascista” toda la carga de pesadilla, de supuesto horror insuperable, que continúa teniendo en nuestros días.
Históricamente, el fascismo es una excrecencia del capitalismo y la democracia parlamentaria en momentos terminales, una reacción de derecha frente al radicalismo de izquierda. Lo fue en Italia bajo Mussolini y en Alemania bajo Hitler. El comunismo, por su parte, es de izquierda.
El fascismo no es anticapitalista. Por el contrario, Mussolini y Hitler se cuidaron bien de no perturbar la marcha de la economía, y su “socialismo” no pretendió otra cosa que quitarles a los marxistas una consigna y confundirles mediante una bien orquestada propaganda. Todavía peor es llamar a Chávez “nazi”, como hacen algunos. No sólo se banaliza a los nazis al compararles con Chávez, a pesar de todos los dislates de este último, sino que se pierde de vista la especificidad del nazismo, que le distinguió del fascismo mussoliniano. Me refiero al biologismo racista, a la idea de una raza superior y su misión de dominio. Algo muy distinto, por cierto, a la ficción chavista del “hombre nuevo”, que es marxista con raíces en Rousseau.
Pero es el en terreno político donde se ubica el peor error, cuando se procura etiquetar a Chávez como fascista. Se olvida que ha sido precisamente la izquierda la que ha convertido el fascismo en el presunto peor de los males, por encima de las no menos terribles atrocidades comunistas, sino que se otorga a Chávez y a toda la izquierda internacional, latinoamericana y venezolana, la oportunidad de encubrir sus responsabilidades y ocultar sus miserias, pues al fin y al cabo, si Chávez es “fascista”, la izquierda no tiene que ver con él.
Pero no es cierto. La izquierda venezolana, latinoamericana e internacional, la comunista y no-comunista, no puede desembarazarse de Chávez tan fácilmente. La izquierda venezolana, latinoamericana e internacional deben asumir lo que les toca y responder por la tragedia que significa Chávez. Lo que Chávez piensa, expresa, hace e intenta, pertenece profundamente a la historia de la izquierda, a sus desvaríos, delirios y utopías.
Lo único bueno que podría resultar de la experiencia chavista para los venezolanos, y más allá de Venezuela, es enterrar el socialismo, la izquierda y sus epígonos por mucho tiempo. Pero tal aprendizaje político creativo no tendrá lugar si a Chávez se le termina viendo como un fascista, es decir, “de derecha”. Esta treta o maniobra ideológica, tan errada como perniciosa, se explica porque la mayor parte de la intelectualidad venezolana sigue siendo de izquierda. Chávez aveguenza a muchos entre ellos (no los culpo), y tratan de distanciarse denominándole “fascista”. Pero se equivocan. Chávez no es fascista, es comunista, y nadie debería llamarle de otro modo. Lo que ocurre es que en nuestro extraño mundo, distraído y romántico, el anticomunismo pasó de moda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario