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domingo, 11 de enero de 2009

Los Cuentos de Juan


Por: Joseph Poliszuk
El Universal

A sus 49 años, Juan Barreto se pregunta por qué no puede tener casa, camionetas y una “cuentica de ahorros”. “Esa es la aspiración de todo universitario”, justifica en tiempos en que “ser rico es malo”.

Juan Barreto no se explica por qué se tejen tantas historias en su contra, le molesta que lo acusen. Que lo señalen. Que lo increpen en la vía por afirmaciones que algún anónimo haya sembrado valiéndose de las maravillas del mundo digital, o, sencillamente, que le atribuyan lo que no duda en llamar “infamias” de la nueva Alcaldía Metropolitana. No le gusta. Y lo dicen hasta sus caras.



El otro día andaba caminando por la calle cuando escuchó: “¡Barreto! ¿A cómo están las mandarinas?”. Era una señora que, sin conocerlo, se le arrimó para hacerse eco de las denuncias que acusan sobreprecio de frutas por BsF 8,0 en un refrigerio que organizó la Corporación de Servicios Metropolitanos casi al final de su gestión.


“Ya dan por sentado que yo me robé unos reales”, lamenta antes de recordar que toda persona es inocente hasta demostrar lo contrario. Y lo hace desde la sala de una casa que no pareciera estar a dos cuadras del mercado de El Cementerio, desde donde asegura que no se ha movido a pesar de que se le hacía de rumba -con fotos y chismes colgados en la web- por Panamá, Madrid, París, Moscú ¿y la Colonia Tovar?

Pero aquí estamos y aquí seguimos, entre guacamayas, obras de arte que le han regalado y una residencia con tragaluces y piso de granito, de la que el ex alcalde metropolitano ha hecho su búnker. Si no fuera por los motorizados que custodian la entrada, los vigilantes que aparecen y desaparecen del estacionamiento, o del resto de un equipo que, supuestamente trabaja ad honorem, nada extraño habría en la fachada, pero puertas adentro ya se sabe que esa no es cualquier casa de El Cementerio.


Una camioneta Infiniti QX56 acompaña a otra, marca Nissan, en la entrada. Junto a ellas, una escalera de cemento y hierro forjado distribuye el espacio de un galpón adquirido a 110.000 bolívares fuertes, en una vivienda de cuatro niveles que muestra que la vida en El Cementerio y otras parroquias de Caracas puede ser diferente.

Allí está Barreto, sentado sobre uno de los muebles que asegura que compró en la subida de El Junquito. Flanqueado por un televisor pantalla plana de más de 40 pulgadas, rodeado de adornos y souvenirs de viajes y, por qué no decirlo, de buen gusto. Está allí para prometer que no se robó ni una puya de la Alcaldía Metropolitana y que no ha respondido a nada porque, como periodista y profesor de la Escuela de Comunicación de la Universidad Central de Venezuela, cree que no hay que salirle al paso a rumores.

“Yo aprendí con José Vicente Rangel una cosa: no hay infamia que soporte 15 días”, señala. “Cuando uno esta en la vida política esos chismes son todos los días, sería una ridiculez que yo hiciera una rueda de prensa para desmentir todo lo que dicen”.

Sin relojes ni cadenas
Estos no son los días más fáciles del “Gordo”, como confiesa que lo llama el presidente de la República, Hugo Chávez. Lamenta que haya tenido que optar por dejar de usar un reloj Cartier que le regalaron o una cadena de oro que le dio su mamá. “Uno tiene que cuidarse hasta de esos detalles”, dice vestido de mono, camisa de jean y unas sandalias marca Croc. Se cuida incluso de hábitos como frecuentar locales nocturnos en los que se diga que tiene mesas reservadas.


A pesar de las leyendas urbanas que pintan al ex alcalde metropolitano como propietario de El maní es así, Barreto jura y perjura que no es así; sin embargo, conoce muy bien la cadena titulativa del local de salsa de la avenida Solano: “Yo era muy amigo de Perla, la anterior dueña, y también lo soy de Elsy Ferrer, una de las nuevas accionistas, a quien conozco porque le daba clases y ella ha hecho real como corredora de seguros”.

“Desafortunadamente no soy el dueño de El maní pero si así fuera, ¿acaso eso es delito?”, pregunta. “¿Por qué yo no puedo tener un carro y una casa? Yo creo que esa es una pretensión de todo el que pasa por una universidad… ¿Cuál es el problema si yo me hago de un restaurante porque quiero dedicarme a la gastronomía?”, añade tras poner los fogones de su casa a la orden para mostrar sus dotes culinarias: “Yo cocino bastante bien, creo que esa es una de las pocas cosas que hago bien”.

Aclara lo de El maní y sus supuestas discotecas porque de Barreto se ha dicho de todo. Tal vez no hay otro político sobre el que se crean tantas cosas. Que si tiene propiedades en Panamá. “Juro por mi mamá y mi sobrina que no”, responde. Que compró una casa en Madrid. “¿Dónde está?”. Que si anda de vacaciones dándose la buena vida por Europa. “Fui cinco días a firmar un convenio en Moscú sobre control de tráfico en un viaje con escalas”. Que la Disip y la Asamblea Nacional lo tienen en la mira: “Son infamias… De mí se ha dicho hasta que soy homosexual, y si lo fuera, sería la loca más loca de Caracas”.

Barreto no sabe de dónde han salido tantas historias. No puede precisarlo, ni descarta a algunos camaradas del Partido Socialista Unido de Venezuela. Es difícil cambiar un carro por dos camionetas de más de BsF 300.000 con el sueldo de 7.000 que tenía en la alcaldía, pero Barreto tiene explicaciones para todo lo que le preguntan: “Yo soy profesor emérito de la Universidad París 8 y voy dos veces al año a Francia a dar clases. Allí me pagan 6.000 euros que alcanzan para tomarme unos tragos y pagar el hotel, pero también me servirían para abrir una cuentica y comprar un apartamento allá. No lo he hecho cuidándome”.

El alcalde de las expropiaciones
El ex diputado, ex alcalde y miembro del PSUV reconoce que cree en la propiedad privada, “bien habida” por supuesto. Por eso defiende el patrimonio que tiene a sus 49 años: “dos camionetas, una casa y una cuentita de ahorros del Banco Provincial”, comenta en estos tiempos en que “ser rico es malo”.


Atrás quedaron los días en que giró instrucciones para erradicar los campos de golf de la faz de la capital de la República Bolivariana de Venezuela. Un Barreto que se alzaba como justiciero entonces hablaba de instalar viviendas sobre el césped de Valle Arriba y el Caracas Country Club. Ahora dice que era una política para devolverle a la ciudad las áreas verdes que tanto escasean. La medida, de todas formas, espera en la cola del Tribunal Supremo de Justicia, como Barreto lo hace en su casa de El Cementerio mientras pasa el chaparrón de denuncias que salen de la nueva Alcaldía Metropolitana.

A quienes hablan de socialistas de poltrona en el seno del Gobierno, les responde que “comunismo no es la diversificación de la miseria ni la masificación de la pobreza”. Barreto bien conoce las ideas de izquierda. No tanto por definirse como “un ‘ñangarita’ desde los 12 o 14 años” sino porque, entre otros libros, es autor de un estudio que tituló con el nombre de Multiplicidad de Marx. Asegura, por eso, que “Marx dijo que el comunismo será posible cuando el desarrollo de las fuerzas productivas haga que el cuerno de la abundancia se vuelque sobre todos por igual”.

Así habla quien prometía una ciudad sembrada de pira hasta en los recodos de las autopistas. Este el ex alcalde que anunció los ya famosos globos aerostáticos, que prometían vigilar Caracas desde el aire. El Barreto que hoy habla de tener derecho a poseer propiedades es el mismo que firmó cientos de decretos de expropiación. Él Reconoce que pudo haberse equivocado en algunos proyectos, pero asegura que no es ladrón y, mientras se aclaran las auditorías que dirige su sucesor, Antonio Ledezma, anuncia que volverán a verlo dando clases en la UCV.



Aunque ahora de bajo perfil, Barreto seguirá en política. Cree en la reelección indefinida, pero por aquello de que el hábito no hace al monje, también asegura que no le hacen falta cargos: “No voy a decir quién me llamó porque no estoy autorizado, pero lo hicieron para ofrecerme una embajada y yo dije que no precisamente porque me gustaría darle frente a cualquier denuncia sin ser ministro o embajador”.

Juan Barreto vuelve a ser el mismo de siempre: “Soy periodista, soy profesor universitario y creo que desde que nací soy político. Eso es una condición que no puede quitarme nadie porque para seguir en la política no hay que tener un cargo en el Gobierno”.


La soledad del poder
La primera Navidad en la Alcaldía Metropolitana de Caracas, Juan Barreto contó 276 cestas y más de 4.000 regalos para sí. Eran tantos que tuvo que volverlos a obsequiar. Este año, por el contrario, pasó de largo; recibió un solo presente. Dice, sin embargo, que le basta por tratarse de un arreglo con tabacos, licores y otros productos cubanos, que venían acompañados de una tarjeta en la que muestra la firma de Fidel Castro impresa en tipografía.



“Después de todos estos vapores de la fantasía, toda la hoguera de la vanidades, como decía Tom Wolf, lo que queda es uno, los amigos y la honestidad”, comentó este martes con un dejo de decepción por aquellos que desaparecieron y hasta se voltearon. “Esa cestica me llena de satisfacción: saber que tengo un buen amigo que se acuerda de mí, así como la llamada del Presidente, que todos los años me dice: ‘¡Epa! ¿Cómo estás? Feliz año’”.

Y este año no ha dejado de ser así. El ex alcalde asegura que su relación con Hugo Chávez sigue sólida, como en los días en que tras un fin de semana de reflexiones en Chichiriviche, le llegó para decirle que aceptaba la propuesta de ser su candidato a la Alcaldía Metropolitana.


Sobre los rumores que advierten molestias por parte del primer mandatario nacional con él, Barreto sale al paso: este martes aseguró que habían conversado tranquilos durante la noche anterior.


“Hasta ayer no estaba molesto conmigo, porque nos vimos en el Teresa Carreño y me dijo: ‘¡Epa gordo! ¿Cómo estás? Tengo que hablar contigo porque te tengo en la mira”, señala el ex alcalde. “No parecía disgustado porque el Presidente tiene un carácter que no se puede disimular y cuando está así, pasa de largo y ni te ve”.


Así que en el corazón de Juan Barreto todo anda bien. No sólo por Chávez, dice que no le guarda bronca a nadie, ni siquiera al ex alcalde de Chacao ni al gobernador del estado Miranda: “Hasta con (Leopoldo) López y (Henrique Capriles) Radonski más tarde hice las paces, después de que nos enfrentamos duro e inventaron que les había golpeado”.

El bajo perfil de estos días al parecer es temporal. Comenta que vio un ambiente “raro” en el PSUV y decidió no lanzarse a las elecciones internas. Aclara, no obstante, que eso no quiere decir que no esté con Chávez ni la reelección indefinida: “Yo creo que el Presidente sigue siendo necesario. Una vez me dijo en una fiestica de fin de año: ‘oye gordo, a veces te veo por allí y me siento preso. Si yo me sentía así, cómo sería él. Chávez sólo está asumiendo una responsabilidad”.

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