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sábado, 13 de junio de 2009

A la salud enemiga


Por: Macky Arenas


Ahora resulta que Globovisión es “un problema de salud mental”. Conviene poner atención a esta sentencia porque ella es rasgo fundamental para identificar la intervención cubana en la radicalización del régimen. El objetivo es sacar del juego a un medio independiente y prestigioso que no está dispuesto a que sea el gobierno el que trace su línea editorial. El camuflaje es la supuesta protección de la salud mental de la gente. Muy cubano, como antes fue muy soviético. ¿Cuántos disidentes no fueron a parar a manicomios? No se les enviaba por disidentes, sino por dementes.


Otro de esos rasgos que nos hablan de copia al calco del modus operandi del comunismo cubano es la provocación. Las industrias, fábricas y empresas no se confiscan; se las toma para acabar con los conflictos laborales que las afectan…y que ellos mismos provocaron con el fin de apropiárselas.


De anteojitos está que la obligatoriedad para los empleados públicos de acudir a los eventos del gobierno, so pena de atenerse a las consecuencias, es una práctica constante e ininterrumpida a lo largo de medio siglo fidelista en Cuba. Esa es la manera como el régimen imperante en la isla amarra la asistencia y muestra al mundo su “capacidad de convocatoria”.


La compulsiva burocratización tiene un perverso motivo, cual es introducir al ciudadano en un trapiche de interminables exigencias que cambian de la noche a la mañana, hasta para el más mínimo trámite. Tensan, ocupan y distraen a la gente que debe emplear todo su tiempo útil en complacer las caprichosas demandas del aparato público.


Quizá una de las características más típicas de la factura cubana es la funcionalidad de la violencia. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué la delincuencia se ha tragado la seguridad de los venezolanos sin que se le ponga coto? ¿Por qué el tema es alevosamente obviado en el discurso presidencial? Precisamente porque la violencia es ingrediente indispensable a este proceso. La violencia contribuye al miedo, al desasosiego. Eso ayuda al sistema. El ciudadano desvalido y la costra del régimen escoltada ante el hampa desatada. El venezolano excluido de la protección del Estado vive en un solo susto, a la defensiva. Eso humilla, desmoraliza, reduce. La violencia es funcional al sistema. Por eso no se la combate.


En 1825, Páez escribía a Bolívar: “Ud se abismaría en ver las personas que dirigen su país… son de la especie más inferior y muchos de ellos ocuparían un presidio por sus crímenes… manejan a su antojo las elecciones… pretenden reducirnos a la condición de esclavos… se compondrán con el enemigo… los que actualmente nos están vejando”.


Aquí simulan cuidar la salud mental de los ciudadanos, cuando en verdad se brinda a la salud del enemigo, con el cual se han compuesto al punto de que está dictando la pauta en la radicalización de este proceso.

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